miércoles, 13 de agosto de 2008

Mann Gegen Mann




«El superhombre es el sentido de la tierra. Que vuestra voluntad diga: que el superhombre sea el sentido de la tierra.»

Nietzsche.

Si los fuertes no saben que son fuertes gracias a los débiles, ¿A quién ha de protejer la justicia?... La moralidad esclava ha edificado un enorme vacío en nuestra alma, otrora libre, ahora sedienta de venganza.

Un hombre no puede temer a otro hombre si todos hemos venido de la misma manera al mundo, otra cosa es que nos vayamos de la vida... unos mientras duermen, otros mientras empuñan un arma, otros en medio de tal agonía que hace replantearse a todos los que presencian si no es posible alguna intervención divina para acallar los lamentos.

El hombre, el único animal que reniega de su condición y se autodenomina persona... Nos inventamos una creación en la que el hombre es el epicentro del mundo, y después aniquilamos esa misma creación...

Nos gusta eclipsar al sol, imponer la paz con el fuego, ponerle precio al sexo, ocultar las estrellas con un manto de humo y robarle la infancia a los niños para tener un estúpido y patético instante de regresión.

¿Qué es lo que tengo delante?, ¿Lo puedo tocar, lo puedo ver?... Entonces creo en ello, la fé se ha convertido en algo tan ambiguo... Dios te perdona si bañas a su Iglesia en oro... Nos autonombramos embajadores de divinidades y todavía tenemos la ropa sucia por la última eyaculación, nos gusta prohibir el placer pero en solitario damos rienda suelta a una serie de perversiones que nos costaría la censura de nuestros semejantes más depravados.

Una sola mirada a este bizarro mundo basta para desengañarnos de esa vida en rosa que tanto predican los psicoanalistas de moda y con acento pomposo, basta con querer buscar un amanecer en el cielo y te encuentras con que han cortado la emisión y tienes que ver la teletienda.

Las relaciones, como una película, van pasando por nuestra vida, no queremos encariñarnos con nadie por el miedo que se siente al perder a otra persona, algunas dejan huella, otras momentos de efímero placer, otras lágrimas contadas, y mientras, el vacío se adueña de nuestras insignificantes vidas y nos dejamos arrastrar por una corriente plagada de peces muertos, y algas que se enredan en nuestros maltratados pies, nadie ancla en el mismo puerto más de dos veces seguidas... todos tenemos miedo de que nos guste esa tierra misteriosa y desconocida.

Los sentimientos de felicidad son efímeros y pasajeros, pasajeros de ese barco que nunca ve tierra y que solo navega con tormenta, siempre a la deriva, como todas las veces que no decimos lo que de verdad sentimos. Fríos, como el mar en el que el barco se hace astillas.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Tengo miedo a enamorarme ¬¬

Anónimo dijo...

...que buenas letras para empezar un martes...

doll