miércoles, 26 de mayo de 2010

Heal the Hell

Ahora que Dios ha muerto...

Júrame que no somos dos lobos desterrados de la manada, mezclados en el barro de la culpa. Cubiertos de pulgas, fuera de la excelencia de los perros callejeros. Esas dos sombras que todos los hombres evitan en los caminos. El recordatorio del miedo, la mención de lo prohibido.

Con las venas al rojo, con las alas amputadas, con los ojos cubiertos de polvo.

Una hoguera que se muere en medio del hielo... dime si no basta con solo mirarlos al corazón para condenarlos a vagar bajo esta pútrida sábana. Me susurras en la oscuridad con tu cáustica voz y araño el filo cortante de la piedra.

Ahora que Dios nos ha abandonado...

Supongo que somos ese ser de pestilente atmósfera que se arrastra en las cunetas, con desgarrados ropajes y que muere su vida en cualquier zarza... A merced de abandonarse al deseo, sin un techo que hacerle olvidar el rocío y la dura escarcha.

Allí donde vive el recuerdo, resucita el olvido. El lugar donde mueren las penas, te apuñala la nostalgia.

Un bonito rostro que se hunde en tus pesadillas...

sábado, 8 de mayo de 2010

Miré los muros...


Creo que nadie mejor que el gran Francisco de Quevedo para expresar un sentimiento de dulce decadencia que sigue vigente aún en nuestros días. Esa relación de amor odio con la madre que nos vio nacer y nos verá morir (aunque a este paso lo mismo es al revés...)

Nuestra tierra... Hoy los politicuchos reparten trozos de hambre a bocas insaciables.



Miré los muros de la patria mía,
si un tiempo fuertes, ya desmoronados,
de la carrera de la edad cansados,
por quien caduca ya su valentía.
Salíme al campo; vi que el sol bebía
los arroyos del yelo desatados,
y del monte quejosos los ganados,
que con sombras hurtó su luz al día.
Entré en mi casa; vi que, amancillada,
de anciana habitación era despojos;
mi báculo, más corvo y menos fuerte.
Vencida de la edad sentí mi espada,
y no hallé cosa en que poner los ojos
que no fuese recuerdo de la muerte.