domingo, 18 de mayo de 2008

Que me osculte la morena, por favor




Andaba yo obnubilado en mi rutinaria tabla de ejercicios, con el propósito de alcanzar la esperanza de vida de un neonato espartano tullido, cuando de repente un espasmo me hizo contraerme, y en un abrir y cerrar de ojos, me removía encima de mi alfombra persa cual trucha fuera de su habitat. Como provengo de una familia piadosa, la opción de resistirme a acudir al matasanos en un principio fué descartada, pero como deducí que mi relación con la familia es nula, decidí acudir al centro de urgencias (también es verdad que lo tengo enfrente de casa).

Disimulando los espasmos musculares como si de un baile popular se tratara, logré cruzar la calle y llegué al Centro de Salud improvisando una danza popular Húngara, siendo así la envidia de cualquier cíngaro que se precie. Ya en la cola, para matar el rato, me puse a tararear Carmina Burana de Carl Orff entera... Y justo en la parte de Carmina amatoria, la pregunta de la recepcionista me sacó de mis intrínsecos pensamientos:

-¿Viene usted solo o acompañado?

La pregunta me azotó cual ventisca de levante, ¿solo o acompañado?... ¿Qué tipo de pregunta es esa en un hospital? ¿Acaso la rubicunda recepcionista de mandíbula prominente quería algo conmigo? Ya, ya estaba visualizando el Centro Médico como una casa de citas cuando una vez más la recepcionista, una mezcla de Bob Marley y Nicola di Bari cuando llevaba barba, me sacó de mis pensamientos:

-A ver, tú, el de los tics nerviosos que parece sacado de una película de Almodóvar, ¿vienes solo o acompañado?
-Solo, vengo solo-. Respondí tímidamente, y miré a mi alrededor, para comprobar que el asunto de mi soledad quedaba entre la recepcionista wagneriana, la máquina exprendedora de bizcochos holandeses, el politoxicómano en coma que habían transladado a la entrada, y yo.

Andando, con la cabeza fija en las sucias baldosas, y con un contoneo en el cuerpo que ni un bailarín de funky en el mejor momento de su carrera artística, me dirigí hacia la sala de espera, con una etiqueta de SOLO a modo de insignia. Saludé educadamente a un grupo de taiwaneses con un pez espada clavado en el tórax, y me senté a esperar mi turno. Para matar el rato cojí un ejemplar del último libro de Jaime Peñafiel, lo cual me llevó a un irreparable estado de sueño profundo...

En mis sueños, ninguna recepcionista con hombros de dimensiones hercúreas me preguntaba si venía solo o acompañado, en su lugar una bealdad escandinaba me ordenaba quitarme la ropa y ponerme una toga al antiguo uso romano. Una vez despojado de mis ropas mundanas y envuelto en aquellas finas telas, me hacía pasar a una sala de espera, donde una simpática oriental me hacía un masaje y cubría mi cuerpo de chocolates, ni imaginar quiero para que fin... Mientras, por los pasillos enfermeras y pacientes retozan olvidando las dolencias, y cuando una enfermera, que se parece a Millan de Martes y Trece llama al orden, rápidamente es silenciada por un somalí de tres metros y sus acompañantes, organizando rápidamente un bukkake, con la enfermera como protagonista. Una dulce voz tararea mi nombre, es mi turno, y en medio de una coral orgásmica me hacen pasar a un despacho, réplica exasta del Edén, y una doctora pelirroja, besada por el fuego, me pregunta con voz de sirena:

-¿Qué te trae por aquí?
-De momento, derramar este vino que el buen Dionisios nos ha regalado sobre tu escote, y despues beber de el.

Acto seguido, hace entrar a sus ayudantes, un grupo de guerreras amazónicas que juran acabar con mi vida a base de placer, pero antes me preguntan en que nalga quiero la inyección.

-En la que os plazca en mayor cuantía.

Y justo en el momento de mayor éxtasis, una voz apagada arrastra cada letra que contiene mi nombre, despertándome, a lo que reacciono con un salto mortal hacia delante y dos hacia atrás. Grandísima depecion siento cuando entro en la consulta, y veo que en vez de una belleza pelirroja besada por el fuego, quien me atiende es una versión de mi tío Claudia, pero en mujer, y con más bigote, al lado de un pre-jubilado que estaría haciendo las prácticas de enfermería, imagino.

-¿En qué nalga prefiere la inyección?
-En la que os pla...digoo, que me la ponga el pre-jubilado, o mejor aún, creo que me encuentro mejor, a decir verdad, la criada búlgara que viene a limpiar el supermercado de la esquina me dijo antes que los espamos me daban un aspecto interesante, igual que a Gerard Depardieu se lo daba la nariz en Cyrano de Bergerac, lo que puede ocasionar que en mi próxima visita le responda a esa máquina de cigarrillos que usais a modo de recepcionista que no vengo solo, si no que vengo ¡Acompañado¡

Y haciendo piruetas propias del Circo del Sol, me fuí visualizar un interesante partido de fútbol de la segunda división de la liga albano-kosovar.