miércoles, 23 de julio de 2008

Llamadme Paco




Se despertaba la ciudad, entre bostezos que hacían más densa la corriente vespertina, cuando me encontraba yo inmerso en mi desayuno a lo pobre (es lo que tiene vivir de las letras), y, hastiado ya de leer los ingredientes de la lata de conservas que uso a modo de cuenco, decidí intoxicarme con la prensa del día. Pasaba las páginas, aburridas, llenas de incongruentes noticias, y cuando ya estaba asumiendo que el periódico solo me serviría para usarlo de paraguas, me atraganté con el último trago de vozka con naranja (un desayuno muy recomendable, sobre todo si eres ruso de origen caucásico), no podía dar crédito a lo que este diario vomitaba:

Barcelona. Lo que hace la crisis. A David Partin, de 26 años y originario de Orlando (Florida, EEUU), se le ocurrió que con 100 dólares (63 euros) de gasolina gratis podría conducir durante un par de semanas.

Así que, cuando escuchó en la emisora de rock clásico 96.5 WTHQ que regalaban un vale por esa cantidad a quien hiciera la oferta de venta más interesante, no lo pensó dos veces y llamó para vender el nombre de su futuro hijo. Tal cual.

Richard Dixon y J. Willoughby, presentadores de la radio, vieron la oportunidad perfecta de hacer crecer la audiencia y propusieron poner al niño el nombre del programa matinal que dirigen, o sea, "Dixon and Willoughby", aunque sin la conjunción copulativa de por medio, afortunadamente, con lo que el bebé se llamará finalmente Dixon Willoughby Partin.


Algunos de los amigos de Partin que se enteraron de la historia le ofrecieron más dinero por nombrar al bebé. Subieron hasta los 300 dólares. "Con esto, podríamos incluso comprar algunos pañales", señaló el futuro padre. Pero el asunto ya estaba decidido. "Corren tiempos difíciles", insistió Partin. Sin duda, habría conseguido más en eBay.

La Vanguardia.

Cuando conseguí recuperarme del mal trago (nunca mejor dicho), recordé que unos amigos están en la lista de espera para ser padres, o mejor dicho, la mujer de mi amigo (siempre fué un poco casquivana)... Como una vez me leí un libro de paternidad mientras esperaba en la sala del dentista, era conocedor de los elevados gastos que supone embarcarse en tal azaña. Así que todavía en pijama, les dí un telefonazo, y cuando se recuperaron del golpe, los llamé. Como no se dejaban convencer, tuve que amenzarlas diciendo que si no aceptaban financiar su embarazo a mi manera, les mandaría a casa una banda de mariachis todas las noches (la mujer de mi amigo no tiene tolerancia a los acentos melosos).

Aproveché mis contactos en la radio (una vez atropellé a un locutor de radio local), y tras insistir un poco (acudí a su domicilio con un volante en la mano), todo estaba ya perfectamente coordinado. Hay que admitir que los padres de la criatura al principio mostraron sus reservas (me dejaron de hablar durante siete semanas), pero cuando se enteraron de que iban a ser obsequiados con una reserva vitalicia de carbón a cambio de llamar a su hijo Recauchutados Martínez (nombre de la empresa que financiaría tal felicidad) no se lo pensaron dos veces y aceptaron la oferta...

Y por fín, el pequeño Recauchutados Martínez nació, ignorante él de la doble felicidad que había otorgado a sus ostrogodos padres, y estos, a su vez, sin saber la condena que habían impuesto a su hijo...

En el colegio, le llamarían Recaucho, en la mili, chutado, y al final acabaría abrazando el islam y adoptando el nombre de Mohamed, a no ser que vuelva a subastar su propio nombre, y de esta forma, cuando pregunten por Recauchutados Martínez, la gente negará saber su existencia, pero al mismo tiempo, añadirá un: pero conozco a un tal Aglomerados Saez e hijos.

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